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Optimismo


Camina el pesimista callado, taciturno y maldiciente. Camina el optimista confiado, alegre, lleno de vida y esperanza.
Se queja el pesimista del sol, del aire, del agua y del viento.
Bendice el optimista al viento, al sol, al agua, y a todo lo que se encuentra en su camino.
Los días son pesados y duros para el pesimista: los días son bendiciones del cielo que recibe el optimista.
La vida es negra, trágica, pesada y llena de penalidades para el pesimista: la vida es dulce, alegre, llena de luz, de trabajo y esperanza para el optimista.
Dos aspectos opuestos para ver las cosas: la maldición o la sonrisa en los labios. Dos cristales a través de los cuales se contempla el mundo: el cristal negro del pesimismo o el caleidoscopio del optimismo. Dos caminos, dos vías, dos senderos marcados en la vida, ¡ y la vida es la misma ¡ ¡ cuánta diferencia hay en un corazón bueno lleno de luz y de esperanza y en un corazón decepcionado lleno de miserias acumuladas por raquíticos y miserables pensamientos.
El optimista se endereza camino de la luz. La tierra le brinda sus sonrisas en las flores y el cielo le brinda sus sonrisas en las estrellas. La luz del sol penetra hasta su corazón y le da vida, fecundiza sus fuerzas y fortalece su voluntad, reanima su espíritu con esa poesía que se palpa y que se siente, y que brota de los labios para comunicarse al mundo y derrama la dicha en su derredor.
Cuando la aurora aparece, nace un nuevo día esperando con ansia por el corazón palpitante de emociones y de ambición: se levanta el telón del gran teatro donde se cruzarán nuestros brazos en lucha gigantesca para mostrar nuestro poder, la fortaleza de nuestro ser y el empuje de nuestra energía. Y corre el día y corren las horas recalentadas por el sol majestuoso y nuestra sangre enardece con la lucha, y las gotas de sudor son burbujas del fuego ardiente que se produce al empuje de nuestras fuerzas.
Y sigue el sol su camino por la esfera encendida y mientras más derrama su lumbre para tostar nuestras frentes, más energía y más poder se produce en nuestro cuerpo, más grandes nos contempla el sol y más grandes nos contemplamos luchando tenaces y aguerridos.
El sol declina y con él declina el día y la tarea vencida muestra la obra orgulloso: el ladrillo acumulado, la cornisa, la cúspide de la torre o quizá la piedra fundamental colocada en el ángulo del edificio, se cala la gorra y dirigiendo la última mirada a su obra del día, se encamina con paso tardo, pero balbuceante de alegría, hacia el hogar donde sus hijos celebran su llegada y un triunfo más en su historia de hombre.
Así marcha el optimista por el mundo. Sus días son triunfos. Vive las horas de la vida con su vida poderosa que hace vivir las horas. La vida se siente, se palpa porque cada goce arranca una sonrisa y cada tropiezo arranca una palabra de aliento, de emoción, de empuje. La vida del optimista está llena de esperanza. Espera de hoy, espera de mañana y las esperanzas del mañana las hace realidades hoy. El porvenir y el presente entrelazan de tal manera, que atrae el porvenir hacia el presente, se alegra en el presente de la dicha por venir. Las contrariedades le alientan, los obstáculos le enardecen, las miserias no le afectan y mientras más duros son sus golpes y más grandes sus caídas, más sonrientes y más grandioso se levanta, y cuando la tempestad le cerca y el aviso le rodea, la sonrisa inefable que le relampaguea en sus labios parece el conjuro que desbarata las tormentas, y entre los más grandes nubarrones de su vida brilla el sol con sus dorados rayos para despejar su frente coronada y serena.
La gloria de la vida, la pujanza vital del ser engreído con la victoria, forma su entereza y va por su camino derramando aliento, sembrando energías, despertando ambiciones nobles y conquistando corazones amigos que le contemplan en su lucha colosal y le imitan y le siguen, por que donde el optimista pone su planta, queda un reguero de energías y de voluntades despiertas que florecen y dan fruto como las fuentes virginales de la naturaleza abrupta.
La vida del optimista es corriente de vida y de luz, y los que se envuelven en ella, viven la vida de gloria y de trabajo santificada por las edades, y escrita en los libros de granito que guarda la historia de los hombres vencedores.

Juan T. González

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