Hoy, y siempre, tú mismo eliges el papel de ganador o de perdedor, de avanzar o retroceder. Triunfas cuando amas tu trabajo, te comprometes y vas más allá de lo que te piden. Tú solo pierdes cuando haces todo de mala gana, eres pasivo y te refugias en la culpa y las excusas. Decides ser un ganador si aprendes de los errores y te levantas cada caída con el ánimo resuelto.
Eliges ser un fracasado si ves todo oscuro y te dejas tentar por el perfeccionismo o el conformismo. El ganador fortalece las coincidencias, lima las discrepancias y busca lo que une, no lo que divide. El perdedor dramatiza los hechos, acentúa los conflictos y por doquier siembra desaliento y negatividad. ¿Cuál es tu papel? Sincérate e irradia luz. Tu vida depende de tu actitud, no de la realidad, no de las circunstancias, aunque sean adversas.
En 1801 ya los problemas auditivos aquejaban a Beethoven con tan solo 31 años de edad. Entonces, escribió un testamento. Allí expresa su desesperación y disgusto ante la injusticia de que un músico pueda quedar sordo. Un drama que no podía concebir ni soportar y, por eso, pensó en una salida loca: el suicidio. Pero su amor a la música y la fuerte convicción de que tenía mucho por vivir y por crear, lo impulsaron a seguir adelante. Con el tiempo, tuvo problemas económicos y frías relaciones. No logró disfrutar una buena vida afectiva.
Beethoven pasó los últimos años muy aislado por la sordera y usaba ‘cuadernos de conversación’. En 1824 terminó su preciosa Novena Sinfonía, que es la obra genial de alguien que no se resigna a ser un perdedor. Él es un espejo vivo del tesón y la pasión que dominan las barreras de cómo todo depende de la actitud: “si no encuentras la alegría en esta tierra, búscala, hermano, más allá de las estrellas”.
Elige ser el dueño de tus pensamientos y tus emociones, decide cultivar la inteligencia emocional y ser el timonel de tu barco. “Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”: Buda. Sí, a ese gran maestro de la India se atribuye también este aforismo sabio: eres lo que piensas. Y cuando piensas mal de ti mismo eres tu propio adversario y creas lo que crees, sombras y dolor.
Dios nos dio el don de ser cocreadores con él, de crear nuestra propia realidad con el poder de la mente. Pero es triste ver cuán pocas personas se dedican a tener el control de una mente inquieta y volátil. Ella anda suelta como una loquita enfocada casi siempre en el ayer, el mañana y lo negativo. Dedícate a controlarla y será tu más poderosa aliada para forjar el destino que anhelas y sueñas. Pregúntate, un mes seguido, muchas veces al día: ¿dónde está mi mente? Así podrás enfocarla en el ahora y lo positivo para estar en el club de los ganadores y no en el de los derrotados.
Cuando sientas que el ánimo decae, busca en Youtube ejemplos de superación y saldrás de la ciénaga del desaliento. Asómbrate viendo a Jessica Cox manejando una avioneta con los pies, o con ellos tocando piano, y dirás: el animoso convierte en posibles muchos imposibles y triunfa donde fracasan el pusilánime y el negativo