Si el mundo se llenaría de pensadores creativos, críticos, racionales y empáticos…
– La gente no actuaría a tontas ni a locas ni de forma irreflexiva, salvo en puntuales ocasiones.
– Consideraría todos los puntos de vista y los consideraría por orden de importancia.
– Seríamos respetuosos con las opiniones ajenas, a pesar de ser discordantes de con nuestras creencias. En ese caso, se discutirían de forma razonada.
– Los jefes serían más comprensivos, prestarían su ayuda en la enmienda de los eventuales errores, recompensarían las cosas bien hechas (en vez de ahorrarse los halagos).
– Las relaciones sentimentales serian mucho más sinceras, prevaleciendo el apoyo mutuo, la empatía y el contacto emocional sincero.
– La gente, no importa la edad, desplegaría unos valores fundamentados, solidarios con las necesidades de los demás, para ayudar a los más débiles.
– El egoísmo, el triunfo personal y la búsqueda de reconocimiento seguiría tan vivo como siempre salvo que no se utilizaría a otros individuos como trampolín para conseguir los éxitos.
– Sería un mundo de gente de bien, dispuesta a aceptar de buen grado las diferentes ideas, costumbres y maneras de ser.
– La discriminación en función de la raza, sexo, edad y otros problemas físicos sería cosa del pasado, y todo el mundo sería tratado con consideración y tolerancia.
– Desde el punto de vista social, las personas se verían como miembros de la misma comunidad y responsables no sólo de su propio bienestar, sino del de los demás.
– Todo el mundo trabajaría por el bien común, en favor de una vida mejor.
– Los líderes políticos, de sabios y elevados principios, serían elegidos por una ciudadanía consciente y gobernarían de un modo inteligente, honesto y compasivo.
– Los niños se educarían en un sistema que estimularía el talento individual y los valores singulares.
– Los programas de televisión buscarían no sólo el entretenimiento, sino también el estímulo intelectual y la expansión del entendimiento.
– Quienes intervinieran en las tertulias manifestarían opiniones sensatas y bien expresadas, sin efectuar análisis superficiales, ni caer en el insulto o la provocación.
– En la carretera la gente conduciría de un modo seguro y respetuoso, sin permitir que la cólera o la vanidad por mantenerse el primer pusiera en peligro la vida de los demás.
– La gente admitiría la responsabilidad de sus propios errores sin intentar echar la culpa al vecino.
– Quienes violaran la ley serían sometidos a juicios con jurados perspicaces que sopesarían con cuidado las pruebas hasta llegar a veredictos justos e irreprochables.
– A un nivel individual, cada individuo se sentiría a gusto con su posición en la sociedad y gozaría del respeto de su posición, independientemente de su cargo o responsabilidad.
– Tendría un buen concepto de la gente, de las personas, de la humanidad, de la sociedad, de los políticos, de las leyes y de los acontecimientos.
– Su vida transcurriría bajo el influjo de los que los filósofos solían llamar el «aspecto de la eternidad», reflejando el sentido de su existencia en conexión con la humanidad y el universo.
– Las discusiones serían siempre productivas, y terminarían conduciendo a las conclusiones mejor fundamentadas y más lógicas.
– Seríamos capaces de manejarnos ante la avalancha de información, dentro de la cual distinguiríamos la útil de la irrelevante.
– Comprendería perfectamente las complejas cuestiones sociales a través de conversaciones productivas que pondrían de manifiesto los diferentes matices.
– Tendría una vida creativa en la que se expresaría libremente sin temor al reproche social.
– Su vida sería intensa, plena de gratas relaciones y de resultados que lo harían sentirse orgulloso.
– Los demás admirarían el modo en que usted conduciría una vida llena de una profunda autocomprensión. Eso lo haría sentirse, seguro, fuerte, amado, feliz y realizado.
– El mundo en que viviría sería un mundo sublime, un mundo en el que le gustaría vivir, un mundo donde le gustaría que se movieran sus hijos. Un mundo en el que la gente alcanzaría lo mejor de si misma.
De acuerdo con las palabras de Henry Miller:
Somos parte de todas las cosas, somos parte de la creación, todos reyes, todos poetas, todos músicos. Sólo tenemos que abrirnos al descubrimiento de lo que ya está ahí.
fuente.elantiidolo