A medida que proliferan los medios de comunicación, que tienen sus normas y estilos de hablar y escribir, y en la medida en que las academias de lenguas tratan de preservarlas mientras admiten nuevos términos, se advierte, en cambio, a nivel popular, un deterioro en el uso de la palabra.
Las conversaciones se reducen a vocablos cada vez más simples y casi onomatopéyicos, por no hablar de las expresiones inventadas que se ponen de moda y cuesta reconocer. No todos los locutores de radio y televisión saben emplear correctamente sus propios idiomas. Y lo que se escribe, en muchas ocaciones repite lamentablemente lo mal que se habla.
Sin embargo, el valor de la palabra no ha muerto ni morirá… Hoy echamos de menos la buena conversación- saber hablar y saber escuchar- y el hábito de la lectura, que es decir el uso de la razón y la imaginación. Abundan como nunca las formas más variadas de comunicación, pero curiosamente nos encontramos con algunas de las siguientes situaciones:
En la expresión oral, las palabras tienden a reducirse, prevaleciendo las menos elegantes.
Predomina la expresión audiovisual, que reemplaza a la lectura.
Se usa una comunicación rápida y breve, más técnica que literaria.
Otra vez aparecen símbolos, abreviaturas, pero ¿qué valores representan?
La moda hace circular palabras, sobre todo entre los más jóvenes, cuyo único significado está en la complicidad de quienes las usan.
Estamos ante el reinado de lo trivial, por no decir de lo grosero, de las cosas efímeras, destinadas a ser renovadas rápidamente, por que la novedad reemplaza el deseo de conocimiento.
Estamos soportando, tal vez, el exilio de la palabra bien empleada, porque es un arma muy poderosa en quienes saben pensar, hablar, escribir, expresarse bien.
¿Acaso se ha perdido del todo el valor de la palabra, del saber hablar y escuchar, el silencio tranquilo y reflexivo de la lectura?
No lo creemos así.