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Hoy vi… » La mentira «

la-mentiraHoy vi la mentira. Astuta, serena y poderosa, ella fundamenta su imperio en que nadie la conozca, en su capacidad de disfrazarse de mil cosas distintas, en sus maniobras que enredan y disimulan, en sus peligrosas y sutiles redes, que llegan a cubrir la verdad.

Al ver la mentira, he observado la mínima diferencia que la separa del error y la ignorancia, la diferencia que, a fuerza de pequeña, hace que el error y la ignorancia dejen paso libre a la mentira.

Quien nada sabe es probable que se equivoque en sus juicios y apreciaciones; es probable que desacierte el camino y el sufrimiento señale en màs de una oportunidad el error cometido. La ignorancia puede muy bien ir en contra de la verdad, y de las leyes naturales, de los ritmos vitales; pero la ignorancia es inconciente. La mentira, en cambio, no.

Contra los errores impensados, una buena dosis de educación, una suma práctica y sencilla de conocimientos alcanzan para diluirlos. Aquì no habìa intenciòn de daño y, por lo tanto, es fàcil compensar la ignorancia con un sincero deseo de hacer bien.

Contra la mentira se requieren fuerzas màs directas, elaboradas y hàbiles.

En la mentira hay intenciòn de engaño, hay necesidad de tergiversar las cosas, que se traduce en la necesidad de hacer daño. Daño a los demàs, que beneficia a quienes ejercen la mentira.

Hoy vi la mentira, y vi su forma de actuar. La mentira es enemiga de la verdad, y su mayor esfuerzo està en obstaculizar los trabajos del hombre, no del todo simples, por otra parte, para descubrir la verdad. La mentira se disfraza de pensamiento, de razòn lògica, de argumento contundente: pero es disfraz, todo es falso.

Toda su razón son juicios perniciosamente dirigidos

hacia un fin previsto, sofismas indiscriminados que fomentan aquello de que “el fin justifica los medios”. La desmitificaciòn de lo bueno, el olvido “involuntario” de lo positivo, el realce empalagoso de los errores, la exageraciòn y amenaza son algunas de sus armas “lògicas”.

La mentira se disfraza de sentimiento, pero también este es un triste remedo de la verdad. Ella no siente nada, ni nada le importa, salvo cumplir con su cometido de obscurecer el panorama de la vida. Tras la mentira vendràn dulces palabras de amor y comprensiòn, de respeto por la vida, de salvaguarda de los derechos humanos, de cuidado ecològico de la naturaleza. Pero es mentira.

Lo que la mueve son otras fuerzas que nada tienen de piadosas y cariñosas, y sì mucho de solapado deseo de esclavizar a los de corazòn sencible.

La mentira se disfraza –nuevo disfraz– de acción, y con ello satisface el impulso natural de la juventud. Pero su acciòn està dirigida hacia ocultos fines; su libertad es un velo aparente; su movimiento es cual la corriente engañosa de un rìo de la que luego ya no se puede escapar.

La mentira no actúa: hace actuar a los demás en aquello que ella

necesita; ella espera, aprovecha, utiliza.

La mentira se disfraza de dama, y de sus parlanchines labios surgen multitud de palabras agradables. El halago no le es desconocido; abre con èl las màs difìciles puertas.

Y así, la boca de la mentira se multiplica hasta el infinito, en miles de bocas que hablan, hablan sin parar… Sin detenerse jamàs a oìr la voz de quien, aun sin conocer la verdad absoluta, se atreve a preguntar por ella.

Hoy vi la mentira y, a pesar de sus disfraces, vi también que no es muy difícil desenmascararla. Para hacerlo, hay que perder el miedo, hay que pasar màs allà de su dòcil y agradable apariencia.

Hay que preguntarle muchas veces “por què”, “hasta dònde”.

No hay que dejarla hablar siempre; se impone introducir una mínima ración de diàlogo. Y, sobre todo, se impone un sano conocimiento. Si todo lo que sabemos proviene de la cantera de la mentira, jamàs podremos luchar contra ella.

Seremos sus felices servidores, atentos a mìnimos deseos; condenados de antemano a morir de desesperaciòn el dìa en que descubramos una punta del velo de su disfraz. Allì donde ella despotrica, allì donde señala con su dedo acusador, allì donde ella anatemiza…

Allì mismo podría encontrarse la punta del ovillo de la verdad.

Todos vemos la mentira; la vemos a diario, aunque sin saber quién es ella. Ahora falta descubrirla, conocer en su verdad de mentira, y tras esa experiencia mirar otra vez la vida con ojos limpios, libres de error e ignorancia, depurados en el dolor y felices de poder lanzarse hacia un futuro de luz y realidad.
mentira
Hoy vi la mentira…

Estaba vestida de reina… y en sus ojos brillaba la hechicera satisfacción de haberse hecho la dueña de los hombres. No la vi como reina hieràtica en su trono, sino como activa instigadora de todos sus sùbditos.

Tiene ella en su poder un diabòlico filtro que, una vez bebido, entorpece el entendimiento y hace ver las cosas al contrario de lo que las cosas son.

Mientras la mentira iba recorriendo el mundo, los hombres, a su paso, quedaban hipnotizados ante sus extraños poderes. Era fàcil reconocer por dònde ella habìa pasado, pues por allì ya no existìa ni asomo de buen juicio.

Los unos peleaban contra los otros, y los unos y otros esgrimìan idènticas falsedades, aunque de signos contrarios. Largas peroratas servìan de intermedio a las luchas violentas, y en ellas oì llamar libertad a la tiranìa, tiranìa a la libertad; miedo al honor y honor al vicio; fealdad a la virtud y belleza a la pornografìa; valor a la agresividad bestial y un ultraje a la exposiciòn de lo cierto; evoluciòn al ateìsmo y gazmoñerìa a la fe; sinceridad a la falacia y absurdo al sentimiento de bien; amor al comercio y deseo de enriquecimiento al verdadero amor…

En fin, un mundo al revés, iluminado por el fulgor infernal y peligrosamente atractivo de los ojos de la mentira.

Recordé, entonces, como en instantáneo relámpago, viejas tradiciones sobre la mentira. El mito de la caverna sirve a Platòn para hablar de unos pobres hombres encadenados a la materia, de espaldas a la verdad, y contentàndose apenas con las ilusorias sombras que se reflejan en el fondo de su càrcel. Y sin embargo, esos seres, presos de la mentira, siguen adorando a su reina, por que ella se ha cuidado muy bien de que no conozcan otra cosa que no sea ella misma.

Recordé también el mito de Pandora y su belleza fría e irresistible. Me pareció que la mentira tenìa el rostro de pandora, hermoso, impasible, cautivador y duro; no es un rostro humano, sino el de una muñeca fabricada por los demonios para turbar a los hombres.

Y, efectivamente, la mentira-Pandora solo trae males al mundo. Ella viene cargada con su caja de ilusiones, y tras ella corren todos, esperando ver salir sus prodigios del fondo del arcòn. Se abre la caja, y los prodigios prometidos son, en cambio, males y dolores, sufrimientos y maldiciòn, tristeza y obscuridad, desconcierto y desesperaciòn.

Mientras tanto, la verdad yace escondida, vestida de harapos, destronada de su ley, acurrucada en el fondo de la caja de pandora, cual esperanza que, segùn el mito, fue lo ùnico que quedò guardado cuando los males se desparramaron por el mundo

Ha llegado la hora de volver a abrir la caja de Pandora; ha llegado la hora de destruir los males que la mentira ha diseminado entre los hombres.

Ha llegado la hora de recuperar la esperanza. Para hacerlo, basta con salir de la caverna que menciona Platòn, basta con tener coraje de la sabidurìa para abrir la caja del misterio basta con mirar a los ojos de la mentira firmemente, con el valor de la esperanza conquistada y de la falsedad desterrada.

La mentira que vi no resiste un instante la mirada de la verdad.

Delia Steimberg

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